Siempre me han llamado la atención las cicatrices, su forma tan bruscamente sobresaliente, la historia que hay detrás de ellas, todo las hace suculentas.
Me gusta pensar que ellas me hablan y me cuentan como fueron hechas, todo lo que sangraron. Porque nacieron.
Cuando “la” conocí mi gusto por las cicatrices llego a su máxima expresión, me obsesione con ella y sus cicatrices a tal grado que pasaba noche y noches solo pensando en las marcas de su cuerpo.
Ese día yo había salido temprano del trabajo, me dirigía a mi casa cuando me agarro la lluvia, entonces comencé a correr, pero tan mala fue mi suerte que me resbalé con el suelo mojado.
- ¿esta bien?- dijo ella poniendo su paraguas sobre mi cabeza para evitar que me mojara.- fue un gran golpe, ven estas todo mojado, deja que te lleve a mi casa para que te seques.
Entonces las vi. En sus muñecas estaban, rojas aun, como hierro hirviente, resientes y hermosas, esas cicatrices. No tuvo ningún reparo al dejarlas al descubierto cuando estiro el brazo.
- ¿siempre recoges gente de la calle? ¿No crees que es peligroso?- trate de hacerla entrar en razón.
- Que es lo máximo que me podría pasar ¿morir?
Estaba extasiado, ella era la persona que siempre anduve buscando: sin ningún sentido de autoprotección, siempre quise estar cerca de alguien que tuviera una infinidad de marcas en su cuerpo.
- me llamo Gabrielle.- dijo.
Con el paso de los días nos hicimos buenos amigos; nos juntábamos casi siempre a tomar un helado, yo solo estaba con ella para poder observar las marcas que tenia en las muñecas, en los brazos, hombros, piernas, todo su cuerpo esta bañado en cicatrices las cuales sin pudor mostraba usando ropa común en un caluroso verano.
La gente en la calle la miraba con pena de seguro se preguntaban que le había pasado o si yo le había hecho algo, pero no me importaba, trataba de tocar lo mas posible aquellas heridas, abrazándola, o haciendo bromas.
Yo siempre trataba de estar lo mas cerca posible, la merodeaba, incluso cuando estaba con alguien mas me inmiscuía en la conversación o aparecía de repente, no permitiría que nadie me quitara a mi preciada colección de cicatrices.
Ella actuaba como si no pasara nada, pero estoy seguro de que la inquietaba.
Un día, el más caluroso de aquel verano, cuando la fui a visitar a su casa observe que traía un chaleco con cuello de tortuga. - Qué raro.- pensé - De seguro me ocultaba algo, una cicatriz nueva, más grande que las anteriores.
- oye no crees que hace mucho calor como para andar con un chaleco puesto, porque no te lo quitas.- dije interrumpiendo la conversación.
- ¡¿Que?! .- me grito.- ¡¿acaso, ahora a parte de parásito eres pervertido?!.
Era la primera vez que me trataba así, normalmente era muy sumisa y no se enojaba nunca, pero ahora estaba hecha una furia, de seguro la cicatriz era gigantesca, lo suficiente como para que ella intentara proteger aquel tesoro.
La mire con una sonrisa en el rostro, quería ver aquella cicatriz si o si.
- ¡sacate el chaleco y no me grites!.- ordene levantando la voz.
Ella titubeo.
- no lo haré, esta es mi casa y tu eres un invitado, compórtate como tal y no des ordenes.
- Sácate el chaleco.- volví a ordenar.
- No
- Hazlo.
Ella al ver la ira que recorria mi cuerpo, se lleno de miedo – creo yo- y por eso me obedeció, sumisamente, como siempre. A la altura de su garganta estaba aquella cicatriz, rodeaba su cuello de lado a lado, la marca de una cuerda que anteriormente la había tratado de ahorcar. ¡Como me fascinaba esta mujer! ¿tan pocas ganas vivir tenia?
Quise tocarla pero estaba seguro que si lo hacia sin razón la sumisa Gabrielle se lanzaría sobre mi como una fiera, tenia tantos deseos de tocar esa herida, lo quería, lo necesitaba, era necesario, me acerque a ella, con gran determinación la tome del mentón y rápidamente la bese, ella estaba sorprendida o perturbada, no sabría decirlo con certeza, pero en ningún momento puso resistencia. Mientras la besaba con lujuria y perversión, pude tocar su cuello, besar aquella cicatriz, lamerla, morderla despacio para no provocar una cicatriz yo, si lo hacia yo, ya no tenia sentido. No se cuanto rato estuve acariciando ese cuello.
- Alex yo… esto…¿que significa?- dijo, aun notaba la confusión en su rostro.
- no significa nada.- le susurre al oído para luego besarla de nuevo, ahora parecía que agradarle.
Desde ese día, ella cambio un poco en cuanto a mi, de seguro pensaba que teníamos algo mas que solo amistad, todo lo que yo ordenaba ella lo acataba, era aun mas sumisa que antes ¡como me fascinaba su forma de ser! ahora podía tocar marcas y cicatrices que antes no, las tenia por todo su cuerpo incluso en aquellas que son prohibidas y que yo simulando amarla podía tocar hasta el cansancio, y ella comenzó a sospechar, estaba seguro de que sabia que mi me encantaban las cicatrices, un día me pregunto si me gustaba algún grupo relacionado con eso, y yo le tuve contestar afirmativamente, para que no pensara que era un psicópata o algo similar. Eso mejoro las cosas, era como si tratara de complacerme, todos los días tenia cicatrices nuevas, y por ello me di cuenta que era una persona igual de enferma que yo, se hacia cicatrices en donde ninguna persona cuerda lo haría solo para que yo las encontrara, de seguro necesitaba amor desesperadamente, quería tener a alguien cerca, no quería estar sola.
Yo no era el indicado para amarla, pero no me importaba.
Con el paso del tiempo sus cicatrices me comenzaron a aburrir y la deje, no volví a ir a su casa en varios días, iba a veces y la encontraba llorando y cortándose el brazo, eso me agradaba, ahora me gustaba, en vez de ver el resultado, ver como se hacia las marcas, ella se cortaba una y otra ves rogándome que no me fuera, que haría lo que fuese, que si yo quería podía matarla, que no le importaba, mientras me quedara con ella.
- ¿y el muchacho que venia a veces aquí?- le pregunte.
- Dijo que como tu estabas aquí, ya no lo necesitaba y desapareció, no lo encuentro en ninguna parte, solo me quedas tu, no te vallas, no me dejes
Pero no importó cuanto me rogó, yo igual me fui, ya no me interesaba casi nada ella, sus marcas eran muy comunes para mi. Pronto conseguí otra pareja de juegos, era una mujer casada a la cual su esposo la golpeaba, eso era mucho mejor, las cicatrices eran hechas por otra persona y no por ella misma, esta mujer venia a mi tratando de deshogarse, yo le seguía el juego lo que mas podía hasta que también me aburrió y por diversión le dije que si mataba a su marido yo estaría siempre con ella, realmente era muy valiente, jamás pensé que lo fuera a hacer, no lo creí hasta que lo leí en los diarios, la habían tomado presa, pero yo ni siquiera la fui a visitar a la cárcel. Desaparecí de su vida.
Entonces volví a la casa de Gabrielle para ver como estaba, si se había hecho alguna herida grande y nueva, pero al entrar no había nadie, no encontré a nadie, busque y busque, hasta que por fin la vi, casi me caigo de la impresión, estaba en el baño del segundo piso colgando del techo de un lado para otro, balanceándose.
Se había ahorcado.
Comencé a reír lleno de euforia, por fin ella había ganado mi corazón ¿como era posible que después de muerta me fuera tan atrayente? Veía como la cuerda se incrustaba en su cuello rojo por la tensión, mostrando su garganta abierta y su cara aun morada me miraba con esos ojos ya sin vida, vacíos pero dementes, tenia ganas de besarla… me subí a una silla y la descolgué, ya en mis brazos sobre el suelo, le quite la cuerda y vi la herida, aquella herida pútrida ¡como me gusto! cuantas preguntas pasaron por mi cabeza, ¿Qué la había llevado a la muerte? ¿Había sido yo o alguien más? ¿Qué habría sentido cuando se lanzo al suicidio? Muchas y otras preguntas formule mientras con mis dedos acariciaba todas las cicatrices que recodaba que tenia y la que aun no conocía, la que tenia en su cuello la observaba con verdadero entusiasmo, llenándome con su carne putrefacta y sangre coagulada. Ahora por fin Gabrielle había cumplido su objetivo.
Estaba enamorado de ella.
No se cuanto pase a su lado, recuerdo que fueron días, tal ves semanas, recuerdo haber sentido hambre, ganas de ir al baño, pero no me importaba, seguía a su lado, en la oscuridad sintiéndola, amándola, volviéndome uno con ella, cada mañana, cada tarde y cada noche, mientras me seguía mirando con esos ojos desorvitantes e hinchado en sangre
Al cabo de un tiempo…
Creo…
Tengo la sensación…
Tal vez…
Que morí.