lunes, 7 de junio de 2010

Instante.

Cuando desperté ya había nacido.

Cuando mire lo que me rodeaba dije “te amo”,

Y cuando todo lo comprendí me di cuenta que la vida….

Cuando apenas había parpadeado.

Se me fue en un suspiro…

El tiempo se me fue…

En un temblor de mano.

En un adiós.

Una caricia

En apenas un segundo.

Empujada por un sentimiento

se me fue….

En apenas un instante

viernes, 4 de junio de 2010

Tenebrae (prologo de libro)

Hace mucho tiempo, cuando la tierra era lo suficientemente vieja para engendrar seres que estaban más allá de su imaginación, la humanidad llego a la cúspide de su existencia.

Las personas en ese período eran ciudadanos de la tierra que no conocían, ni dios, ni ley, las familias se volvieron escasas, y el amor y la amistad intentaban sobrevivir en un lugar donde eran proscritos, nada existía mas que un mundo lleno de miedo y dolor. Aun así había quienes querían vivir.

En un intento desesperado por la supervivencia y control, cada ciudad y sector marco a sus habitantes con un número en la frente, para clasificarlos, analizarlos, atarlos al sistema y encarcelarlos a la regla máxima del orden. Pronto se darían cuenta que a decisiones desesperadas sucesos desesperados. Muchos quemaron las frentes de sus gentes sin piedad alguna, mancillaron los cuerpos y formaron el caos. Ninguno se dio cuenta que esto no tenía razón de ser, que todo aquello era tan absurdo como la caza de brujas medieval.

Al cabo de los años se volvió una costumbre casi olvidada por la mayoría de los pueblos, hasta que algo inesperado sucedió….

Muchos creyeron que fue un castigo divino por mancillar la mejor creación de dios, el hombre.- el narcisismo de aquel período no tenia limites.-; otros más cercanos a la ciencia creyeron que fue parte de la herencia genética -pobres ilusos-, muchas fueron las hipótesis y especulaciones pero nadie pudo nunca saber porque cada niño que nacía poseía en su frente un número marcado en carne, tal vez elegido por un ser lejano, algo que iba más allá de sus conocimientos.

El mundo cayó en pánico, el terror se adentro en los continentes más profundamente que antes ¿Cómo podríamos calcular la maldad y crueldad que se profesaba en aquella época? solo podríamos decir que el miedo los convirtió en bestias más salvajes que el mismo Satán.

Pero pronto tendrían un castigo mayor a cualquiera experimentado. Una sombra perversa se deslizo por lo océanos, subió por las montañas hasta que cubrió el cielo y baño la tierra con lagrimas negras llenas de nauseabunda oscuridad.

Controlados por su instinto de supervivencia, las personas dejaron de odiar, sus cuerpos temblorosos de miedo se detuvieron, sus cabezas se alzaron buscando donde refugiarse, a quien acercarse y de sus bocas surgieron palabras de angustia: ¿Por qué no puedo ver? ¿Quién apago la luz? ¿El sol se extinguió? ¿Hay alguien ahí? ¡¿Por favor alguien hábleme?!¡¿Denme una explicación de porqué no puedo ver?!

¡¿Estoy ciego?!

¡Estoy ciego!

Estoy ciego

Las personas se sumieron en la oscuridad, en un mundo negro y lúgubre, sombrío y aterrador. Con el paso del tiempo llegaron a comprender con mucho horror que la razón por la que no podían ver no era porque el sol se hubiera extinguido, ya que aun podían sentir su dulzura acariciando su piel, sino porque sus ojos se apagaron, de alguna forma dejaron de funcionar, dejaron de ser las ventanas de su alma y se nublaron para siempre.

Muchos cuentan y otros intentaron olvidar, que en sus sueños escucharon unas voces susurrantes, que con tono fresco dijeron: sus ojos les impedían ver realmente como era el mundo, estaban ciegos en la luz y no veían el amor, ahora sientan y disfruten del calor del que está a su lado.

lunes, 17 de mayo de 2010

Adversario.

Tu sangre me pertenece,

Enemigo eres y por eso lloras

Viviré tu derrota y beberás de mi triunfo

¡Aun no es suficiente!

¡Quiero verte morir!

Despierta y pelea

¡Miedo no debes tener!

¿Por qué no quieres perder?

Estas destrozado

¿A qué más le puedes temer?

Levántate y lucha

No cierres los ojos

Aun no te dejare perecer.


Tu lagrimas y la mías en comunión

No me decepciones

Vuélvete a levantar

Grítame todo lo que puedas gritar

¡Quiero destruirte!

¡No es suficiente con solo verte sangrar!

¿Acaso no tienes poder?

No debes de dudar,

Tu sangre y la mía en comunión

Solo a ti quiero verte perder la razón

Aun tienes fuerza

Hazme saber que aun puedo sentirte

Lucha conmigo aun tienes el poder

Hazme sentir que solo tú me puedes destruir

Da tu último golpe

Solo contigo quiero morir.

jueves, 13 de mayo de 2010

Discordia

cuando el hombre se duerme
el sueño respira
cuando el sueño respira
la noche se pierde.

se pierde la tierra en el agua
el coro se muere
bajo el manto del mago
la tierra se pierde.

canta la la bruja en el cielo
el hombre despierta
despierta la tierra de hielo
una tierra desierta.

llora la dama de plata
el sueño se ahoga
canta la niña de lata
en el infierno de ahora.

suena la campana dorada
el hombre mata la flor
la dama se siente violada
como la dama de un vil señor.

come el huevo podrido
la niña se sienta en la vida
la vida del hombre esta herida
su alma se ha ido.





miércoles, 12 de mayo de 2010

Cicatriz (insomnio : recopilación de cuento).


Siempre me han llamado la atención las cicatrices, su forma tan bruscamente sobresaliente, la historia que hay detrás de ellas, todo las hace suculentas.

Me gusta pensar que ellas me hablan y me cuentan como fueron hechas, todo lo que sangraron. Porque nacieron.

Cuando “la” conocí mi gusto por las cicatrices llego a su máxima expresión, me obsesione con ella y sus cicatrices a tal grado que pasaba noche y noches solo pensando en las marcas de su cuerpo.

Ese día yo había salido temprano del trabajo, me dirigía a mi casa cuando me agarro la lluvia, entonces comencé a correr, pero tan mala fue mi suerte que me resbalé con el suelo mojado.

- ¿esta bien?- dijo ella poniendo su paraguas sobre mi cabeza para evitar que me mojara.- fue un gran golpe, ven estas todo mojado, deja que te lleve a mi casa para que te seques.

Entonces las vi. En sus muñecas estaban, rojas aun, como hierro hirviente, resientes y hermosas, esas cicatrices. No tuvo ningún reparo al dejarlas al descubierto cuando estiro el brazo.

- ¿siempre recoges gente de la calle? ¿No crees que es peligroso?- trate de hacerla entrar en razón.

- Que es lo máximo que me podría pasar ¿morir?

Estaba extasiado, ella era la persona que siempre anduve buscando: sin ningún sentido de autoprotección, siempre quise estar cerca de alguien que tuviera una infinidad de marcas en su cuerpo.

- me llamo Gabrielle.- dijo.

Con el paso de los días nos hicimos buenos amigos; nos juntábamos casi siempre a tomar un helado, yo solo estaba con ella para poder observar las marcas que tenia en las muñecas, en los brazos, hombros, piernas, todo su cuerpo esta bañado en cicatrices las cuales sin pudor mostraba usando ropa común en un caluroso verano.

La gente en la calle la miraba con pena de seguro se preguntaban que le había pasado o si yo le había hecho algo, pero no me importaba, trataba de tocar lo mas posible aquellas heridas, abrazándola, o haciendo bromas.

Yo siempre trataba de estar lo mas cerca posible, la merodeaba, incluso cuando estaba con alguien mas me inmiscuía en la conversación o aparecía de repente, no permitiría que nadie me quitara a mi preciada colección de cicatrices.

Ella actuaba como si no pasara nada, pero estoy seguro de que la inquietaba.

Un día, el más caluroso de aquel verano, cuando la fui a visitar a su casa observe que traía un chaleco con cuello de tortuga. - Qué raro.- pensé - De seguro me ocultaba algo, una cicatriz nueva, más grande que las anteriores.

- oye no crees que hace mucho calor como para andar con un chaleco puesto, porque no te lo quitas.- dije interrumpiendo la conversación.

- ¡¿Que?! .- me grito.- ¡¿acaso, ahora a parte de parásito eres pervertido?!.

Era la primera vez que me trataba así, normalmente era muy sumisa y no se enojaba nunca, pero ahora estaba hecha una furia, de seguro la cicatriz era gigantesca, lo suficiente como para que ella intentara proteger aquel tesoro.

La mire con una sonrisa en el rostro, quería ver aquella cicatriz si o si.

- ¡sacate el chaleco y no me grites!.- ordene levantando la voz.

Ella titubeo.

- no lo haré, esta es mi casa y tu eres un invitado, compórtate como tal y no des ordenes.

- Sácate el chaleco.- volví a ordenar.

- No

- Hazlo.

Ella al ver la ira que recorria mi cuerpo, se lleno de miedo – creo yo- y por eso me obedeció, sumisamente, como siempre. A la altura de su garganta estaba aquella cicatriz, rodeaba su cuello de lado a lado, la marca de una cuerda que anteriormente la había tratado de ahorcar. ¡Como me fascinaba esta mujer! ¿tan pocas ganas vivir tenia?

Quise tocarla pero estaba seguro que si lo hacia sin razón la sumisa Gabrielle se lanzaría sobre mi como una fiera, tenia tantos deseos de tocar esa herida, lo quería, lo necesitaba, era necesario, me acerque a ella, con gran determinación la tome del mentón y rápidamente la bese, ella estaba sorprendida o perturbada, no sabría decirlo con certeza, pero en ningún momento puso resistencia. Mientras la besaba con lujuria y perversión, pude tocar su cuello, besar aquella cicatriz, lamerla, morderla despacio para no provocar una cicatriz yo, si lo hacia yo, ya no tenia sentido. No se cuanto rato estuve acariciando ese cuello.

- Alex yo… esto…¿que significa?- dijo, aun notaba la confusión en su rostro.

- no significa nada.- le susurre al oído para luego besarla de nuevo, ahora parecía que agradarle.

Desde ese día, ella cambio un poco en cuanto a mi, de seguro pensaba que teníamos algo mas que solo amistad, todo lo que yo ordenaba ella lo acataba, era aun mas sumisa que antes ¡como me fascinaba su forma de ser! ahora podía tocar marcas y cicatrices que antes no, las tenia por todo su cuerpo incluso en aquellas que son prohibidas y que yo simulando amarla podía tocar hasta el cansancio, y ella comenzó a sospechar, estaba seguro de que sabia que mi me encantaban las cicatrices, un día me pregunto si me gustaba algún grupo relacionado con eso, y yo le tuve contestar afirmativamente, para que no pensara que era un psicópata o algo similar. Eso mejoro las cosas, era como si tratara de complacerme, todos los días tenia cicatrices nuevas, y por ello me di cuenta que era una persona igual de enferma que yo, se hacia cicatrices en donde ninguna persona cuerda lo haría solo para que yo las encontrara, de seguro necesitaba amor desesperadamente, quería tener a alguien cerca, no quería estar sola.

Yo no era el indicado para amarla, pero no me importaba.

Con el paso del tiempo sus cicatrices me comenzaron a aburrir y la deje, no volví a ir a su casa en varios días, iba a veces y la encontraba llorando y cortándose el brazo, eso me agradaba, ahora me gustaba, en vez de ver el resultado, ver como se hacia las marcas, ella se cortaba una y otra ves rogándome que no me fuera, que haría lo que fuese, que si yo quería podía matarla, que no le importaba, mientras me quedara con ella.

- ¿y el muchacho que venia a veces aquí?- le pregunte.

- Dijo que como tu estabas aquí, ya no lo necesitaba y desapareció, no lo encuentro en ninguna parte, solo me quedas tu, no te vallas, no me dejes

Pero no importó cuanto me rogó, yo igual me fui, ya no me interesaba casi nada ella, sus marcas eran muy comunes para mi. Pronto conseguí otra pareja de juegos, era una mujer casada a la cual su esposo la golpeaba, eso era mucho mejor, las cicatrices eran hechas por otra persona y no por ella misma, esta mujer venia a mi tratando de deshogarse, yo le seguía el juego lo que mas podía hasta que también me aburrió y por diversión le dije que si mataba a su marido yo estaría siempre con ella, realmente era muy valiente, jamás pensé que lo fuera a hacer, no lo creí hasta que lo leí en los diarios, la habían tomado presa, pero yo ni siquiera la fui a visitar a la cárcel. Desaparecí de su vida.

Entonces volví a la casa de Gabrielle para ver como estaba, si se había hecho alguna herida grande y nueva, pero al entrar no había nadie, no encontré a nadie, busque y busque, hasta que por fin la vi, casi me caigo de la impresión, estaba en el baño del segundo piso colgando del techo de un lado para otro, balanceándose.

Se había ahorcado.

Comencé a reír lleno de euforia, por fin ella había ganado mi corazón ¿como era posible que después de muerta me fuera tan atrayente? Veía como la cuerda se incrustaba en su cuello rojo por la tensión, mostrando su garganta abierta y su cara aun morada me miraba con esos ojos ya sin vida, vacíos pero dementes, tenia ganas de besarla… me subí a una silla y la descolgué, ya en mis brazos sobre el suelo, le quite la cuerda y vi la herida, aquella herida pútrida ¡como me gusto! cuantas preguntas pasaron por mi cabeza, ¿Qué la había llevado a la muerte? ¿Había sido yo o alguien más? ¿Qué habría sentido cuando se lanzo al suicidio? Muchas y otras preguntas formule mientras con mis dedos acariciaba todas las cicatrices que recodaba que tenia y la que aun no conocía, la que tenia en su cuello la observaba con verdadero entusiasmo, llenándome con su carne putrefacta y sangre coagulada. Ahora por fin Gabrielle había cumplido su objetivo.

Estaba enamorado de ella.

No se cuanto pase a su lado, recuerdo que fueron días, tal ves semanas, recuerdo haber sentido hambre, ganas de ir al baño, pero no me importaba, seguía a su lado, en la oscuridad sintiéndola, amándola, volviéndome uno con ella, cada mañana, cada tarde y cada noche, mientras me seguía mirando con esos ojos desorvitantes e hinchado en sangre

Al cabo de un tiempo…

Creo…

Tengo la sensación…

Tal vez…

Que morí.